sábado, agosto 13, 2005

The shape of things

The shape of things
¿Hasta dónde somos capaces de modificarnos a nosotros mismos para conformar a los demás? ¿Sirve de algo?

The Shape of things (o como lo tradujeron al castellano: el cristal con el que se mira) habla sobre las mutaciones que podemos llegar a sufrir con tal de "enamorar" al otro. No quiero hablar de la peli en sí, es buena para verla en un rato libre y reconsiderar las veces en que nos metimos en un capullo y salimos como la mariposa que el otro quería ver (o que al menos creímos que quería ver).

¿Qué tan fieles somos a nosotros mismos? Porque sí, hay veces en las que llega alguien al que creemos absolutamente especial y nos disfrazamos de lo que pensamos va a ser de su mayor agrado. ¿Y nosotros mismos? ¿Quién nos tiene contentos?

He ahí el meollo del asunto, amiguitos. Porque arriesgar nuestra esencia es muy peligroso. Más cuando pasa un tiempo, el del primer encanto y empezamos con los "antes me besabas más, nos divertíamos más, me gustabas más, etc etc". Claro, porque quizás el otro también estaba fluctuando de acuerdo a las que consideraba nuestras necesidades. ¿Y qué pasa? Que como toda obra de teatro, llega un momento en el que hay que bajar el telón. No se puede mantener un personaje por mucho tiempo... y si sí se puede, bueno, la personalidad te quedó en el otro pantalón o qué?

Ni hablar del momento del desencanto, cuando se caen los disfraces y las máscaras y nos vemos tal cuál somos (si es que quedó algo de alguno, claro está). Ahí está la prueba de fuego, puede que termine o vuelva a comenzar (una manera más bonita de ver el asunto) todo en una carcajada o un beso, o puede que hagamos uso de la famosa “¿eh? ¿Este era el pibe que me movía todas mis fibras? No, no, devuélvanmelo, me lo cambiaron por otro en el camino!!”

En fin, es hora de empezar a ser uno mismo y lo más importante: de no traicionarse. Porque no es que lo hagamos de manera calculadora, como una fría estrategia con el fin de obtener un esclavo, si al fin y al cabo los únicos a los que perjudicamos es a nosotros mismos. Pero a veces tenemos tantas ganas de conquistar, que nos olvidamos de lo lindo que tenemos adentro, eso que nos hace realmente especial y que al fin y al cabo, es lo que tiene que deslumbrar al otro. Todo depende del cristal con que se mire.

1 Divagues ulteriores:

At 8/13/2005 04:08:00 p. m., Blogger pulga atómica opinó...

Es verdad, es una condena a cadena perpetua... yo también quiero a mi mamá!

besos!

 

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