Crónicas Urbanas III

Decidió salir a caminar como lo hacía siempre que se sentía triste. "Caminar produce endorfinas" le decía su amiga sabia. Salió de su casa armada de unos lentes de sol, llaves y el odioso celular (no quedaba otra opción que llevarlo) con rumbo seudo incierto, pero para el lado del centro.

Le gustaba escuchar las conversaciones que los demás llevaban de manera despreocupada, como si fueran los únicos caminantes en la calle. Imaginó por un rato que eran las veredas de otro lugar, que iba a cruzarse con gente de otros colores y que iban a preguntarle alguna indicación a lo que ella contestaría en la lengua local "no entiendo, sólo hablo español".

Compró un par de cachibaches en una feria, no más que eso porque había salido con poca plata previendo las compras compulsivas "anti depresión", y encaminó para el lado de la plaza.

En plena peatonal se cruzó con un grupo de 3 chicos de su edad. Iban con guitarras y desalineados. "Bohemios, qué bien..." pensó. Se atrevió a observarlos detenidamente, sintiendo el resguardo de los lentes ahumados.

De repente, el que estaba más lejos de ella cruzó por enfrente de sus amigos y se paró delante suyo. Cerca, muy cerca, a la distancia en que las cosas quedan más que claras. "Sacate los lentes, necesito verte". Los amigos se quedaron atrás, desconcertados por el asunto. Ellos ya no eran concientes de lo que los rodeaba.

Sin dudarlo levantó los lentes por arriba de su cabeza y lo miró a los ojos. Él la miró unos segundos y finalmente la besó. Luego de un momento se separó, hizo seña a sus amigos y siguieron camino.

"Cuota de endorfinas del día cumplida. Nota mental: son lentes de sol, NO un dispositivo de invisibilidad"