Filosofía precaria (pero filosofía al fin)

Hace un par de días que una idea me ronda por la cabeza. Es algo de lo que tengo ganas de hablar, pero no encuentro la forma de decirlo. Sin embargo, decidí intentarlo ahora antes de que la típica apatía que invade todo lo que no puedo controlar se apodere de esto.

Resulta que estaba el sábado a la noche metidita en mi cama viendo pelis. Primero vi una que ya ni me acuerdo cuál era o de qué trataba. Después entré en calor con los últimos 30 minutos de “belleza americana”, para seguir con “la vida de david gale” que trata de un profesor de filosofía activista en contra de la pena de muerte, que termina inculpado por homicidio con condena a inyección letal. Buena película, recomendable, aunque casi no tiene nada que ver con lo que quiero decir.

Casi al principio, David está dando clases en la universidad y hablando de Lacan. Este buen señor despliega una teoría sobre las fantasías que todos tenemos. Básicamente dice que toda fantasía debe tener un fin inalcanzable, para mantenernos expectantes, para hacernos desear permanentemente algo, para aprender a satisfacernos con los pequeños logros cotidianos y para llegar a comprender y tolerar a todos los que nos rodean. Algo así como que nuestra propia mediocridad, nuestro equilibrio entre fantasía y realidad, nos hace valorar la vida de los demás.

De más está decir que el resto de la película me la pasé con un hemisferio pensando en la trama y llorando por el pobre David y con el otro maquinando este tema de las fantasías. Y me puse a evaluar las que tengo ahora y las que alguna vez tuve también.

¿Cuántas veces soñé que se iba a arrepentir y volver e íbamos a ser infinitamente felices? ¿No creo todos los días cuando abro los ojos “hoy al despertase va a pensar en mí, me va a valorar y va a buscarme”? Fantaseo tantas veces con que el mundo finalmente entienda que este planeta es un sólo barco y que si no remamos todos para el mismo lado, no vamos a ninguna parte. Ni hablar de las veces que sueño con ser flaquísima y divina, que me vea ese que me despreció aquella vez por mis flotadores y caiga rendido a mis pies. Que esa profesora que trataba tan bien a mi amiga me cruce en alguna ocasión y se acuerde por una vez de mi nombre, que deje de ser un cero a la izquierda para ella. O todas las veces que en un sueño mi mirada conquista por sí sola, aparece ese que con sólo verme a los ojos sabe todas mis verdades... Y LAS ENTIENDE!

Pero también es cierto que mucho de lo que buscamos, cuando lo conseguimos no nos satisface. Cuántos han pasado una eternidad conquistando a alguien para darse cuenta que no era lo que esperaba una vez que la/lo consiguió. Porque convengamos que para crear una fantasía alrededor de alguien somos mandados hacer. Creamos en nuestra mente conversaciones inexistentes donde nos dicen exactamente lo que queremos oir, nos acarician justo donde nos gusta y nos entienden aunque estemos haciendo el planteo más estúpido. Qué porrazos que nos podemos llegar a dar cuando finalmente se enfrenta la fantasía construida por nosotros con la realidad que es el otro. Ni hablar del momento de las decepciones, cuando las cosas ya no van para atrás ni para adelante, cuando llegamos al punto de ver algo y decir jamás pensé que harías eso, nunca imagine que valiera tan poco para vos, que reemplazable que resulté ser, no soy más que un item en tu lista. Y lo más raro es que esas afirmaciones pueden mezclarse al mismo tiempo con algunos: pero si era un tarado, por esto lloré tantas noches? Loca como mi madre, la verdad jaaja (perdón, no pude evitarlo)

En fin, esto ya es demasiado divague. Pero realmente en cierto punto, como dijo mi psico de cabecera, lo que nos mantiene unidos es el desamor. La comprensión mutua es la que nos vuelve tolerantes y el mundo de nuestras fantasías es lo que nos mantiene vivos. Porque aunque sea un ratito antes de dormir, mientras caminamos solos por la calle o tomamos unos mates al sol, nuestra mente se dispara y nos deja soñar con eso que tanto anhelamos y que sólo en ese espacio de perfección absoluta es gratificante y satisfactorio.

Es cierto, si finalmente volviera conmigo, no sería jamás como en mi fantasía. Porque en ella él carece de esas imperfecciones que mi memoria se permite borrar. Es verdad, si realmente me valorara y decidiera volverlo a intentar, seguramente terminaríamos de la misma manera, porque yo sigo queriendo lo mismo y él no quiere dar nada más. Y lo peor de todo, lo se desde siempre, somos demasiados remando y no sabemos coordinar.