Farewell, max!

Chocoladata, galletitas (o pan con manteca y azucar preparado especialmente por el nono), rápido al piso delante de la tele y... Pa paraaaa PAM! El autito rojo doblaba en la esquina y la panza empezaba a hormiguear, porque se venía una nueva aventura de Maxwell Smart, el agente 86 en su lucha contra el recontraespionaje!

Y la puerta que abría para los costados, la que cerraba para arriba y la que era en diagonal. Wuaam, wuaam... wumm y max se hundía en la cabina de teléfonos y en una nueva aventura.

El zapatófono, el cono del silencio y mil inventos más, ninguno útil para nada. Claro, porque Max solucionaba todo a puro pulmón, si parecía un superagente argentino: medio tarambana, pero siempre llegando justo a tiempo.

Recuerdos chiquitos de la infancia, esos que hicieron que la imaginación volara y los domingos en el patio tuvieran otro color. Good bye Max, las 99 te extrañaremos, finalmente te fuiste con tu tía de Acapulco.